Jubilarse viviendo, creciendo, y disfrutando

Es muy importante considerar la llegada del momento del retiro, y, sobre todo, lo que viene después.

Dr. Javier Juárez

lunes 7 de marzo de 2022

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En memoria de mis colegas, y de los trabajadores y trabajadoras de la salud, a quienes la pandemia les quitó la posibilidad de llegar a su jubilación o de disfrutar a plenitud de la que ya tenían.


Una vez le pregunté a un médico qué pensaba hacer al jubilarse —fecha que ya estaba muy cercana—, y me contestó que pensaba dedicarse a otra de sus pasiones: el adiestramiento canino. No pensaba ya seguir dando consulta.

Igualmente, uno de mis amigos decidió que, al jubilarse, dejaría por completo su profesión de Contador. Actualmente está realizando cambios personales llevado de la mano por la práctica de la meditación, haciendo las cosas importantes para él.

Al jubilarnos hay pérdidas: disminuyen nuestras capacidades físicas y cognitivas, mueren amigos y familiares, y cambia el rol social que hasta entonces desempeñábamos, entre otras; pero también hay ganancias: más tiempo libre para dedicarlo a otros intereses y una mayor experiencia para tomar mejores decisiones.

La palabra jubilación proviene del latín jubilare, que significa gritar de alegría, y del hebreo yobel, que indica el sonido de las trompetas anunciando el jubileo de los 50 años; sin embargo, a pesar de su connotación festiva, para algunas personas son momentos de angustia y depresión.

Recuerdo a una compañera de trabajo a la que encontré, en el último día de labores, escondida y llorando, no por la emoción de una nueva vida, sino angustiada porque no había querido pensar nunca en lo que iba a hacer una vez jubilada.

Conocí también a una trabajadora con más de cinco años de haberse jubilado, que lloraba cada vez que visitaba su antiguo centro de trabajo, pues no estaba satisfecha con lo que estaba sucediendo en su vida a partir de esa fecha.

Es válido pensar que la edad del retiro, que ha variado con el tiempo, ha sido establecida en base a los años que una persona puede llegar a vivir. Se relaciona invariablemente con el proceso natural de envejecimiento.

El asunto es que los años de sobrevivencia después de una jubilación se han ido ampliando considerablemente, y el envejecimiento es, si cabe decirlo, un proceso cada vez más lento. Nuestras capacidades físicas y cognitivas perduran un periodo más largo en la medida que las cuidemos.
Antes de la pandemia, se calculaba que el 60 por ciento de los mayores de 65 años iban a vivir otros 20 años o más. Son muchos años, por donde quiera que se le vea.

Es muy importante considerar la llegada del momento del retiro, y, sobre todo, lo que viene después. La jubilación permite priorizar nuestros anhelos, así que es válido tanto hacer cambios como no modificar prácticamente nada, el chiste es tomar una decisión consciente. Se trata del resto de nuestras vidas.
Y es que a mucha gente le da miedo envejecer, y piensa erróneamente que la jubilación acelera dicho proceso, y que en lugar de alegría y reconsideración de proyectos y sentido de vida, lo que trae es declinación. Se enfocan en las pérdidas y no en las ganancias.

¿Y qué pensamos hacer durante ese tiempo «extra» que posiblemente vivamos?
Es necesario no solamente aceptar que vamos a envejecer, sino también prepararnos para que nuestras condiciones de salud mental y física sean las mejores dadas las circunstancias. Es posible seguir utilizando y aumentando nuestras capacidades para afrontar esos años de tal forma que sean años de enriquecimiento.

Sabemos desde el siglo pasado que nuestro cerebro nunca pierde la capacidad de adaptarse a cada nueva circunstancia, y que nuestro cuerpo responde a esa plasticidad cerebral. De tal forma que el concepto de salud es muy dinámico, y nuestro bienestar no depende exclusivamente de no sufrir ningún contratiempo, sino de cómo lo afrontamos.

No se trata de la negación derivada del optimismo tóxico (hacer de cuenta que no ha pasado nada, para que mágicamente recuperemos la felicidad); se trata, de acuerdo con el concepto de Salud Positiva, de enfrentar los acontecimientos con las capacidades que nos ha dado la experiencia en la vida para salir fortalecidos y transformados con cada obstáculo, y con nuevas capacidades.

¿Se puede envejecer sin tener ninguna enfermedad? Sí, pero esa circunstancia es la excepción. ¿Se puede envejecer felizmente a pesar de estar enfermo o con discapacidad? Sí, podemos sentirnos saludables, no negando las limitaciones, sino estando concientes de los cuidados que debemos procurarnos para no estar concentrados en las pérdidas nada más.

Podemos hablar entonces de un envejecimiento saludable, que la OMS define como “el proceso de fomentar y mantener la capacidad funcional que permite el bienestar en la vejez. La capacidad funcional consiste en tener los atributos que permiten a todas las personas ser y hacer lo que para ellas es importante”.

En la etapa de envejecimiento no solamente cambian nuestros anhelos, también se jerarquizan nuestras fortalezas para atender lo ahora importante. Es común que se preste más atención a las relacionadas con la trascendencia, tales como la gratitud, la esperanza, la apreciación de la belleza, el sentido del humor y la espiritualidad. Todo para transitar la etapa final de nuestras vidas de una forma saludable.
Así que tenemos que echar mano de todos nuestros recursos personales y sociales para mantenernos en el mejor estado posible, para que, en el caso de jubilarnos y volvernos viejos, podamos tener una vida digna y con significado.

Y esto es relevante cuando, por circunstancias extraordinarias, nuestros planes se ven profundamente trastocados, lo que aumenta la necesidad de encontrar un sentido y un propósito muy distinto a lo imaginado. Nuestras fortalezas van a ser unas herramientas formidables para el resto de nuestras vidas.

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Dr. Javier Juárez

Fue educado con la idea clara de que una carrera universitaria te permite movilidad social. Con esto en mente, logró ingresar en la UNAM y concluir la carrera de Medicina. Desde que estudiaba la licenciatura, le ha atraído conocer más del entorno del enfermo, además del tratamiento farmacológico del padecimiento. Fue así como se especializó en Medicina Familiar. Ha complementado su formación profesional con estudios en Terapia Familiar, Medicina Tradicional China, Psicología de la Salud y Psicología Positiva.